Ideas de inversión

Matizando la desglobalización

Con las últimas noticias de los aranceles impuestos por la UE a los vehículos eléctricos (VE) chinos de hasta el 46%, siguiendo los pasos de los aranceles aplicados por Estados Unidos a los VE y otros productos chinos fundamentales para la transición energética de hasta el 100%, es lógico concluir que la desglobalización es un hecho. Christine Lagarde ya advertía el año pasado de la fragmentación del mundo en dos bloques geopolíticos y económicos liderados por EE. UU. y China. Explicaba la conveniencia de trasladar las cadenas de suministros y la producción de productos estratégicos a países "amigos" (friend-shoring). A pesar de las palabras de Lagarde y de la aplicación de aranceles es necesario matizar el concepto de desglobalización.

La globalización de la economía se ha llevado a cabo durante décadas. Una parte relevante de la fabricación de productos se trasladó a China y a otros países de Asia, en detrimento de la fabricación en los países occidentales. China, y en menor medida algunos países como India, se han convertido en las fábricas del mundo. Durante estas décadas de globalización las grandes empresas han primado la rentabilidad a la seguridad del suministro.

La llegada de la pandemia de 2020 puso de manifiesto los problemas de la interdependencia económica y de la fabricación con el concepto "just in time", minimizando los inventarios. Las cadenas de suministro se vieron seriamente afectadas y, desde entonces, se ha pasado del "just in time" al "just in case". En otras palabras, ahora las empresas priman la seguridad en la cadena de suministros aun a costa de asumir unos mayores costes de inventarios y sufrir una merma en su rentabilidad.

A pesar de lo anterior, la desglobalización total de la economía es una quimera. La realidad es que el mundo depende cada vez más de la producción china, a la vista de su superávit manufacturero en comparación con los de Alemania y Japón, las otras dos potencias manufactureras.

Se suele indicar como comienzo de la desglobalización la imposición de fuertes aranceles a los productos chinos por parte de Trump que tuvieron lugar a partir de 2018. La realidad es que, aunque las exportaciones chinas a Estados Unidos se han reducido desde entonces, las exportaciones del gigante asiático a los países que a su vez han incrementado sus exportaciones a EE. UU. se han incrementado significativamente.

Las cadenas de suministro se han alargado, pero la dependencia de China no se ha reducido, sino que se han introducido países intermedios en la cadena: de China a un tercer país, y de este tercer país a Estados Unidos. Algunos de estos países son Malasia, Tailandia o Vietnam.

La introducción de los aranceles de Estados Unidos no ha conseguido frenar el incremento de la fabricación de bienes manufacturados chinos. De hecho, desde la introducción de los aranceles en 2018 hasta el fin de 2023 la producción china se incrementado un 40%, mientras que durante los cinco años anteriores a 2018 su producción sólo se incrementó en un 15%.

Teniendo en cuenta los compromisos de los países occidentales con la transición energética y la enorme dependencia de China en este ámbito, es materialmente imposible avanzar mínimamente en este ámbito sin contar con los suministros procedentes de China.

Por su parte, China ha invertido de forma intensiva durante la última década en sectores como el VE, las baterías o los paneles solares. Ahora China puede ofrecer en los mercados internacionales estos productos a unos precios sin competencia.

Estados Unidos y Europa dependen enormemente de las materias primas procedentes de terceros países.

Por su parte, los países no occidentales siguen dependiendo de forma considerable de la tecnología estadounidense, aunque estén reduciendo dicha dependencia a pasos agigantados: la nube sigue dominada por tres empresas estadounidenses (Amazon, Microsoft y Alphabet) con una cuota cercana al 60%; los sistemas operativos siguen dominados por Microsoft (74% de cuota) y las grandes bases de datos por Oracle, IBM y Microsoft (80% cuota).

A su vez, tanto China como Estados Unidos y Europa dependen de los semiconductores fabricados en Taiwán, origen del 70% de los semiconductores a nivel mundial.

En definitiva, el aumento de los aranceles, el acercamiento de producciones o de cadenas de suministros a países amigables y confiables o las sanciones a países como Rusia o China en su caso son factores inflacionistas que alargan las cadenas de suministro, pero en ningún caso conducirán a una desglobalización intensa, aunque será distinta.